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Susan Crowley

11/01/2019 - 12:00 am

El arte de la falsificación

La próxima vez que decidas comprar arte ten en cuenta que, según investigadores internacionales, tal vez el 60% del mercado está invadido por falsificaciones. Invertir tu dinero en esta materia puede ser excelente idea, es también una forma de volverte coleccionista, siempre y cuando te tomes el tiempo y tengas el cuidado de indagar cuál es el origen de las piezas y seas consciente del riesgo que corres al caer en manos de los embaucadores que existen desde que el arte es arte.

Las falsificaciones son un tema fascinante. Foto: Pixibay.

La próxima vez que decidas comprar arte ten en cuenta que, según investigadores internacionales, tal vez el 60% del mercado está invadido por falsificaciones. Invertir tu dinero en esta materia puede ser excelente idea, es también una forma de volverte coleccionista, siempre y cuando te tomes el tiempo y tengas el cuidado de indagar cuál es el origen de las piezas y seas consciente del riesgo que corres al caer en manos de los embaucadores que existen desde que el arte es arte.

Pero este asunto no es nuevo. Los romanos, por ejemplo, eran grandes coleccionistas. Su pasión por el arte griego los llevó a explorar y desenterrar los restos de una cultura que había sido prácticamente destruida. Al encontrar poco y codiciar más, se basaron en las imágenes de metopas y vasijas antiguas, copiaron y decoraron sus foros, templos y casas de esculturas que hoy llenan los museos del mundo. No es raro que, si leemos las cédulas en cualquiera de las salas dedicadas a Grecia, encontraremos entre paréntesis la leyenda “copia romana”. Los romanos a quienes importaban muchísimo las apariencias, estaban dispuestos a asumir las consecuencias de comprar piezas falsas y hacerlas pasar por buenas.

La Edad Media se caracteriza por la búsqueda incansable de reliquias, es muy común encontrarlas en cantidades por todas las iglesias de Europa y América. Hay tal cantidad de fragmentos de algunos santos y mártires que tendríamos que asumir que sus cuerpos eran gigantescos y poseían innumerables piernas y brazos. El fémur de Maria Magdalena, por ejemplo, debería medir por lo menos un kilómetro, o las espinas de la cruz de Cristo podrían conformar un tupido bosque.  ¿Cuál de todas son las originales?

A principios del siglo XX se llevó a cabo uno de los robos más célebres de la historia del arte, la Gioconda o Monalisa, como la conocemos, desapareció del Louvre. Después de una búsqueda que podría ser tema de una película de detectives, aparecieron seis versiones de la misma. Cualquiera podía ser la original o todas podían ser falsas. Una de estas se la quedó el Louvre. Hace poco tiempo uno de sus directores fue cuestionado sobre la legitimidad de la obra e incluso se le retó a demostrar su autenticidad. Él simplemente respondió que el flujo millonario de visitantes cada día al Louvre era el mejor argumento para considerar su Monalisa la original. Asunto cerrado.

Es muy famoso el caso de los Modiglianis falsificados. Existen dos catálogos razonados completos con muchas de las piezas del artista duplicadas. Los autores y responsables de ambos compendios discuten y argumentan sobre la originalidad de sus obras. La discusión no tendría que ser tan áspera si no fuera por los precios alcanzados por el artista en subasta: 131.8 millones de euros. Por esa cantidad de dinero, esperamos que sea un Modigliani auténtico.

Las falsificaciones son un tema fascinante, pueden llenar artículos, capítulos de libros y ser novelas completas. La vida de un falsificador requiere de un conocimiento absoluto de la técnica y una gran capacidad para poder estafar a la gente. La primera víctima es el coleccionista; los intermediarios cobran una tajada y permiten que la obra circule. El mundo del arte es el espacio perfecto para los montajes y el abuso. Hay tanta simulación, esnobismo y pose, que es muy sencillo. El abuso no se daría si no hubiera un montón de gente con el dinero necesario y la ignorancia suficiente.

Hace unos años el mundo del arte legitimó una práctica que para muchos podría ser una falsificación, se trata de la apropiación. Muchos artistas han tomado grandes nombres y han intervenido y hecho suyas sus obras. Según nos cuenta Arthur Danto en su maravilloso libro, Después del fin del Arte, Mike Bidlo presentó un montón de Cajas Brillo del artista Andy Warhol y las vendió a precios estratosféricos, las llamó No Warhol, ¿oportunismo? Ya Warhol había tomado las mismas cajas de jabón y se las había apropiado, su original fue un artista desconocido, James Harvey quien diseñó el empaque para el jabón. Curiosamente el célebre curador Pontus Hulten que realizó una exposición de Warhol en Estocolmo, fabricó cien cajas Brillo, las hizo pasar por auténticas y después de la muerte del artista las puso a circular por el mundo a precios altísimos. Poco tiempo antes, una de las cajas había llegado a venderse en dos millones de dólares. Hulten murió sin enfrentar a la justicia por su fraude. Las cajas que circulan en el mercado pueden ser: las originales para guardar jabón, las primeras apropiaciones de Warhol, las segundas apropiaciones de Bidlo, o las falsas de Hulten, ¿quién se atreve a autentificarlas? Son idénticas.

En oriente hay ciudades completas en las que artistas desconocidos se dedican a la copia de grandes obras. A cada paso nos podemos encontrar Fridas, Siqueiros, Riveras, además de Van Goghs, Picassos y Warhols. Es impresionante la capacidad que tienen de imitar, ¿son artistas o simples aprovechados? Los precios son accesibles, se necesita ser un especialista para poder dictaminar que no son las originales. Uno se preguntaría, ¿por qué con ese talento desperdician su vida copiando y vendiendo en lugar de hacer un original? Dice el gran artista japonés Hiroshi Sugimoto, “Copia, copia, algún día encontrarás tu original”. Claro que no es lo mismo copiar que falsificar. Lo primero es un método de aprendizaje, lo segundo es un delito.

En México tenemos una buena banda de copistas, otra de falsificadores y una importante cantidad de compradores inexpertos que se han hecho de obras falsas con una ingenuidad que raya en la estupidez. “El arte no se crea ni se destruye, solo se transforma” declara Gabriel de la Mora, uno de los más respetados y admirados artistas de nuestro país. Fascinado por el tema de la falsificación y con la consciencia del alarmante mercado que existe, creó la serie Originalmente Falso. Como este tipo de fraude se ha normalizado, no le costó trabajo encontrar un montón de obras falsas. Utiliza lo que podríamos llamar la evidencia de una estafa e ironiza con ella transformándola. Es un proceso de elaboración escrupuloso que con la reutilización de los materiales y el origen dudoso logra una obra auténtica que puede considerarse un original.

Son muchas las historias de los falsificadores que han sido descubiertos y que purgan condenas de años por este delito. Pero muchos otros continúan vendiendo obras falsas todos los días. Artistas de la talla de Mark Rothko han sido falsificados y vendidos a precios extraordinarios. Muchos peritos aceptan la dificultad a la hora de autentificar una obra del artista. La última burla la protagonizó Knolder, una de la las galerías americanas más respetadas. Vendió una obra del afamado artista por 5.3 millones de euros; resultó que era falsa, pese a que la avalaba un experto suizo que recibió 400,000 euros.

Quien decide invertir su dinero en arte, debe pensar que antes de comprar una firma sin tener la certeza de su origen, podría mejor invertir en un artista joven que esté vivo y que pueda responder por su trabajo. Hacerlo es apoyar su desarrollo. Es una manera de establecer una relación de amistad y lealtad dándole soporte a un artista que apenas comienza y que gracias a sus coleccionistas puede llegar lejos. Los grandes artistas empezaron así. Comprar la obra firmada por un big name significa pagar mucho dinero y saber cuándo, dónde y a quién comprarlo. Hay que entender que no solo las obras son falsas, también los certificados abundan y no solo estos, las casas de subasta ofrecen obras que no son auténticas. El riesgo aparente de coleccionar a un joven y no saber a dónde va o si su valor aumentará con el tiempo, puede convertirse en una historia increíble, tanto para el coleccionista como para el artista. La incertidumbre será menor en la medida que nos involucremos y veamos florecer el incipiente talento que tenga o no, sobre todo si es una artista de nuestro país. Puede fallar el instinto, sí, pero nunca sentirá la frustración del que creyendo que hizo el negocio de su vida, termina enterándose de que le vieron la cara.

Aunque bien mirado, en un mundo en que la simulación se ha convertido en moneda corriente, los Trumps pasan por presidentes y los reggetoneros por genios musicales, ser un buen falsificador es en sí mismo un arte.

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@Suscrowley

Susan Crowley
Nació en México el 5 de marzo de 1965 y estudió Historia del Arte con especialidad en Arte Ruso, Medieval y Contemporáneo. Ha coordinado y curado exposiciones de arte y es investigadora independiente. Ha asesorado y catalogado colecciones privadas de arte contemporáneo y emergente y es conferencista y profesora de grupos privados y universitarios. Ha publicado diversos ensayos y de crítica en diversas publicaciones especializadas. Conductora del programa Gabinete en TV UNAM de 2014 a 2016.

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